martes, 30 de agosto de 2011

Secuencia extrema


Él no había imaginado un final así. El abrazo tibio de las paredes dio paso a un vacío agobiante, a un entorno que su vista no comprendía. El aire le cacheteó la cara con los dedos del invierno. La luz se le encarnaba en las pupilas con párpado y todo. Algo le apretó el torso, trató de patearlo pero estaba muy lejos. Entonces el grito explotó, quiso ser un bramido con el peso de los abismos pero quedó truncado en un berrinche. La cara ciclópea del médico lo miró con una sonrisa idiota y dijo “es un varón”. Él no había imaginado un principio así. 

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